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CIUDAD Y PODER EN SÚMER

El fenómeno de la ciudad en Mesopotamia llama la atención de estudiosos de la forma urbana, al
ser en este espacio y tiempo donde aparecen por primera vez este tipo de asentamientos. Al
analizarlos nos preguntamos sobre todo por dos aspectos que la historia del urbanismo ha
demostrado estan estrechamente relacionados: cómo era la ciudad, es decir su forma, y cómo se
organizaba la vida, es decir, su función.

Con función se pretende analizar cómo eran las relaciones entre los y las ciudadanas, qué trabajos
desempeñaban, cómo se alimentaban, si estaban jerarquizadas, y por tanto, quién y cómo ejercía
cierto poder. En resumen, de lo que se trata es de hacer un cuadro de la sociedad mesopotámica en
el marco de las primeras ciudades. Si tenemos en cuenta dos medios importantes de transmisión de
la información a través de los milenios, como son la escritura y los restos arquitectónicos, no
podemos más que aceptar que las voces que van a narrar estas historias van a ser las del poder. Son
las fuerzas superiores quienes poseen los recursos para el control del desarrollo de la técnica de la
escritura y la construcción, por lo tanto, mayoritariamente lo que éstas representan es la información
que llega hasta nuestros días. Y nos guste o no, el resto de especulaciones sobre otros aspectos
sociales sólo se van a quedar en eso, en hipotesis.

La relación entre el poder y la arquitectura o urbanismo es larga, y se ha mantenido al largo de la
historia de las ciudades. Además adquiere en este período histórico una relevancia considerable.
Hay que tener en cuenta que en un contexto donde el principal material de construcción es la tierra,
la erosión del viento y agua hacen que su duración y mantenimiento sean complicados. Los
desarrollos técnicos para conseguir que perduren sólo se aplican en edificaciones tan importantes
como los monumentos o otras construcciones al servicio de la comunidad o el poder. Una de estas
técnicas es la de la superposición de construcciones sobre las ruinas del anterior, los llamados tells,
hecho que provoca que al largo de los siglos queden elevados respecto a la ciudad, separados del
suelo y del agua, sobre unos cimientos importantes. Otras técnicas como el uso de ladrillo cocido,
los mosaicos cerámicos, y el uso de materiales importados a través del comercio como la piedra han
supuesto también un freno ante la destrucción del paso del tiempo. Estos hechos han permitido
separar claramente los edificios correspondientes a fuerzas que tenían mucho peso en la ciudad, y
aquellas construcciones pertenecientes o destinadas a sectores probablemente menos influyentes.

Entre el primer tipo de edificios, aquellos que han perdurado y cuya existencia es repetida en la
mayoría de ciudades excavadas encontramos templos, palacios, murallas, o cementerios. De hecho
son estos elementos los que acaban siendo más definitorios de lo que es una ciudad en
Mesopotamia. Su aspecto exterior, decoración y distribución se pueden apreciar más directamente
que otros elementos, y a veces tan sólo con una vista aérea de sus excavaciones se puede observar el
trazado de sus muros originales.

Respecto al templo, los más antiguos encontrados son los de Eridu, Uruk y Ur, ciudades todas
surgidas en la época Ubaid. Todos presentan una evolución de la construcción desde una pequeña capilla -caso del templo de Eridu- hasta un gran complejo sagrado, rodeado por una muralla, con un
sistema de calles y plazas, y con la imponente presencia del zigurat, en el caso de Ur. El lugar era
importante para la construcción sagrada, con lo que los templos se edificaban continuamente sobre
el mismo lugar, provocando como resultado que el templo se ubicara una cota más alta que el resto
de la ciudad, siendo visible desde las afueras. La importancia de estas construcciones determina la
organización de sus alrededores, de forma que las calles más importantes van a desembocar a estos
recintos, y que las puertas de las murallas estaban directamente conectadas a éstos. En las primeras
ciudades mesopotámicas los templos son excepciones dentro de la ciudad en cuanto a su trazado
ortogonal, su orientación hacia los puntos cardinales y la presencia de espacios abiertos como
plazas.1 Las lecturas que se hacen de su función social van desde el ámbito económico a los rituales
sagrados, sin poder llegar a determinar hasta qué punto estas actividades se diferenciaban.

El palacio es el segundo edificio más presente en las excavaciones. Al igual que el templo, su
diferenciación arquitectónica indica una jerarquía respecto al resto de la ciudad. Así como en Uruk
y Susa no se ha encontrado la diferenciación templo-palacio entre sus edificios monumentales, en el
resto de ciudades aparecen como centros de actividad y poder diferenciados. A partir de la primera
mitad del III milenio la relación entre uno y otro en la ciudad es significativa. En Ur, Assur o Mari,
estos dos edificios-poder aparecen relativamente cerca o unidos, reflejando así una complicidad
entre estas dos fuerzas. Más adelante, la situació del palacio va variando, pudiéndose mover de
lugar -a diferencia del templo que se reconstruye en el mismo lugar-, y pudiéndo aparecer en
algunos casos un segundo palacio, destinado quizás a familiares de la realeza.

Las murallas son otra constante en los yacimientos. Su construcción no es tan fácilmente asignable
a una élite reducida, como podemos pensar de los dos casos anteriores. Pero son un signo
inequívoco de urbanidad, ya que demuestran una preocupación por la protección de la ciudad.
Quizás no tanto de las personas que habitan, sino de los productos que se almacenan en la ciudad.
Se han encontrado restos de ladrillos cocidos planoconvexos, un avance técnico respecto a la
técnica de los adobes secados al sol. Se busca obviamente la estabilidad del muro, pero también su
resistencia al agua, ya que se especula también que pudieran funcionar como muro de contención
respecto a los canales que rodeaban la ciudad. Podían alcanzar los 23 m de anchura en su base, y
presentan puntos singulares como puertas y torres. En cualquier caso la muralla separa de la vida no
urbana, la vida rural, y proteje el interior tanto del ataque de otras poblaciones, como de las subidas
del agua.

Otros espacios que dan pistas acerca de la jerarquización de la sociedad son las tumbas. En los
cementerios encontrados los muertos no son tratados con el mismo tipo de sepultura, centrando la
atención en personajes principales rodeados de séquitos de sirvientes o acompañantes a su
alrederdor. También es notable la diferencia en el trato entre hombres y mujeres.2 No son
propiamente edificios de poder, pero los rituales que en estos espacios se llevan a cabo y el hecho
de una organización espacial de las sepulturas indican la diferenciación social entre individuos,
señal propia de la organización propiamente urbana.

A diferencia de estos cuatro elementos urbanísiticos, claramente encontrados y mejor conservados,
existen otros que no se muestran tan comunmente definidos ante nuestros ojos, o quizás no se han
buscado tan intencionadamente. Para hacernos una imagen de éstos tenemos que recurrir a nuestra
imaginación o a las reconstrucciones que se han hecho en los últimos 150 años.

Según la localización de estas ciudades, normalmente cerca de extensiones de los ríos Tígris y
Éufrates, o incluso con canalizaciones en su interior, es inmediato pensar que debieron exisitir unos
lugares concretos de relación con el agua. De estos supuestos puertos sólo tenemos referencias
escritas, ya que por razones obvias de contacto con las aguas inestables de la zona, sus restos se han
perdido en gran medida. Por lo tanto, en el caso de actividades como el comercio y el transporte,
que seguramente aquí se llevaban a cabo, tenemos pocas referencias espaciales.

En detrimento de los puertos, se ha buscado la huella de estas actividades en otros espacios, como
mercados y espacios públicos. El hecho es que pocas evidencias de este tipo de elementos urbanos
se han encontrado tampoco. En la ciudad de Mari se encontró un espacio abierto rodeado por
pequeñas dependencias que no pudieron ser viviendas, conectadas directamente a este espacio. Pero
es la excepción.3 Otra suposición bastante compartida es la de que era en las puertas de las murallas
donde la población se reunía en principio para realizar actividades de comercio, intercambio o
transporte. Se piensa pues, que debieron ser los principales espacios públicos de la ciudad. Por otro
lado, al rededor de los templos, o dentro de sus complejos, se observan grandes explanadas que pudieron ser los principales espacios públicos proyectados de la ciudad. Éstos complementarían la
actividad del templo, ya fuese esta ceremonial-religiosa o administrativa.

En último lugar, es difícil esclarecer cómo se organizan los barrios que consideramos residenciales,
siendo éstos diferentes entre los restos de cada ciudad. Existen suposiciones de que la ciudad estaba
seccionada en diferentes barrios por calles principales o canales. Las calles interiores no son de un
trazado regular, sino que recuerdan a arterias que se van segregando en pequeños capilares hasta
llegar a un cul de sac, que va a parar a las puertas de las viviendas. La falta de evidencias deja
abierta la cuestión acerca de las actividades de los barrios: quiénes vivían allí, y si se desarrollaban
trabajos a parte del uso residencial.

Estas carencias tampoco permiten esclarecer cómo era el trazado de las ciudades, y hasta qué punto
estaba planeado previamente o crecían de manera espontánea. Marc van de Mieroop4 hace una
diferenciación en cuanto el orden urbano, entre las ciudades del Sur y las del Norte. Según él las
ciudades del sur, surgidas en una época anterior (Ubaid, V y IV milenio aC) presentan un
crecimiento orgánico, con calles tortuosas y sin intención de trazarlas rectamente, y con una
importante densidad. Las murallas se adaptan al entorno, y por lo tanto su trazado es irregular. Por
contra estan las posteriores ciudades del Norte, mucho más nombrosas, y probablemente
influenciadas pro los primeros experimentos de ciudades. Éstas debieron ser trazadas antes de su
construcción. Su contorno es geométrico (normalmente ortogonal) y los barrios también están
separados por calles o canales rectilineos. Se observan dos secciones diferenciadas: la acrópolis,
situada sobre los restos de la ciudad anterior -y por tanto elevada- donde se ubica la zona sagrada; la
zona baja donde se ubica el palacio y la administración. En los casos más extremos la vida
intramuros responde a poderes políticos y religiosos, y la vida doméstica probablemente se llevaba
a cabo extramuros.

Para entender cómo se habitaban las ciudades se exponen a continuación dos interpretaciones
posibles sobre cómo eran estas sociedades. Basadas en parte en los restos arqueológicos que
acabamos de enumerar, estas interpretaciones ayudan a su vez, a volver a mirar la arquitectura y
entenderla de otra manera.

Para Mario Liverani, especialista en historia antigua de Oriente, la sucesión de hechos que explica
la organización ciudadana comienza con el desarrollo de las técnicas agrícolas en la zona del sur de
Mesopotamia. Éstas permiten el augmento de la producción de alimento, pero requieren a cambio
una gestión centralizada y no dispersa por el territorio rural. Esta agencia se nutre de trabajadores
que subsisten gracias a excedente producido en el campo, sobre todo en forma de cebada, ya que
ésta puede almacenarse y convertirse fácilmente en alimento. Se generan así, una serie de productos
intercambiables, hecho que junto a la posición de las ciudades respecto a las aguas fluviales,
permite desarrollar el comercio y importar materiales de mayor calidad desde lugares lejanos.
También se generan otras actividades especializadas como la artesanía y la defensa militar. Estos
trabajadores debieron ser algo así como asalariados, pagados también con los excedentes producidos en las áreas rurales que dependían de la gestión de la ciudad.

Liverani entiende que la aparición de las ciudades no borra la actividad en el campo, sino que estas
dos se vuelven dependientes. Todas las nuevas especializaciones profesionales son pagadas a través
de los excedentes que los campesinos pagan en forma de impuestos al nuevo ente que es la ciudad.
La religión según esta visión se concibe como una motivación creada para compensar los costes
sociales de la revolución urbana5. Es asumible pues la relación que Liverani otorga a la religión
respecto a la economía, y cómo la institución y edificio templo se conciben como un almacén u
oficinas centrales, combinado con los usos ceremoniales y de culto.

Esta visión se apoya considerablemente en la hipotesis de la ciudad-templo, según la cual toda la
actividad económica y política se regía por una institución central que se justificaba mediante el
poder de las divinidades. La aparición del palacio coincide con la evolución entre la religión y la
fuerza política, y con la consideración posterior de reyes como divinidades.

Basada en todos los documentos arqueológicos que se han podido encontrar, esta hipotesis se aferra
a aquello que por su instucionalidad nos ha llegado hasta estos días. Como hemos descrito antes, no
todo el mundo poseía las técnica de registro de datos y mejora de las construcciones, y quienes
podían acceder a ellas, obviamente eran las instituciones que se superponían al resto de la
población.

En contraposición a esta visión se encuentra otra vertiente que indaga más en las posibilidades de
aquellos restos que no se han encontrado, tanto entre la documentación escrita como entre los
espacios de la ciudad. Cuando tratamos de describir los lugares de actividad comercial o los barrios
residenciales, recurrimos a hipótesis basadas en nuestra voluntad de proyección. Tanto sobre el
cómo eran y sobre el qué se hacía, las respuestas no obedecen a unas fuertes evidencias
arqueológicas sino a una interpretación subjetiva. Es el caso de la visión de Marc van de Mieroop,
asiriólogo y profesor en la Universidad de Columbia, quien obviamente tiene en consideración los
poderes sociales representados a través del templo y el palacio, pero que elabora una hipotesis
completa sobre cómo se organizaba el resto de la sociedad.

En vez de aceptar que toda la ciudadanía estaba ligada económica y/o políticamente a las
instituciones, él plantea la posibilidad de que se desarrollara una actividad económica paralela libre.
Ésta se desarrollaría entre los profesionales de la ciudad, ya sean comerciantes, artesanos,
panaderos, tejedores, herreros, etc. Su justificación en el espacio urbano que hoy nos queda es
difícil de encontrar, dada la mala conservación de sus recursos constructivos. Pero Van de Mieroop
se atreve a plantear cómo se sectoriza la sociedad en estos barrios. Existen las posibilidades de la
cohesión por lazos familiares, por etnia -grupos recién llegados a la ciudad-, por proximidad vecinal
o por profesiones. El autor se decanta por esta última opción, de manera que atribuye a las áreas
indeterminadas una función de especialización laboral.

Presenta también la figura del mediador del “distrito”, una especie de alcalde que mediaría entre las
asambleas barriales y la institución del templo. Por resumir su concepción citaremos: “A la
pregunta de quién gobierna la ciudad mesopotámica, yo creo que podemos decir que la ciudadanía
misma estaba en cargo mayoritariamente. Les ciudadanos tenían ciertas obligaciones con el rey
-principalmente suministrar tasas, trabajo asalariado, y servicio militar- pero para el resto, eran
dejados bastante a su merced. Representantes de la ciudadanía jugaban un papel como
embajadores hacia el rey: proporcionaban los contactos necesarios y cargaban con gran parte de
la responsabilidad cuando las cosas iban mal. Puede que fuesen elegidos por los ciudadanos o
designados desde palacio entre los ciudadanos sobresalientes. El poder y independencia de la
cuidadanía parece haber crecido al largo de los siglos con el incremento del tamaño de las
unidades políticas en Mesopotamia.” 6

Estas dos son sólamente algunas interpretaciones sobre el funcionamiento social de las ciudades en
los inicios de Mesopotamia. La diferencia entre ellas radica en la consideración de aquellas partesde la ciudad que no se pueden leer con facilidad (lo mismo en cuanto a la documentación escrita).
Es en estos vacíos de información donde la subjetividad condiciona la imagen resultante que
tratamos de elaborar.

Para ilustrar este hecho, cabe señalar que de las dos hipotesis que acabamos de describir, la primera
pertenece a una corriente de “teorías primitivistas”, es decir, que no consideran los funcionamentos
económicos originales como los antepasados del sistema actual. A esta corriente pertenecen
interpretaciones de la línea marxista, como es la del autor citado, Mario Liverani. La segunda
concepción se enmarca dentro de las “teorías modernas”, que tratan de explicar la historia
económica como una continuidad, usando así los conceptos que rigen nuestro sistema actual para
justificar los pasados. Sería curioso tratar de descifrar los condicionantes ideológicos de cada uno
de los autores para proyectar sus diferentes versiones del pasado.

Así pues, podemos concluir que para entender la ciudad, tanto su forma física como su
funcionamiento, podemos leer el espacio arqueológico, como si de un estudio urbanístico se tratara.
De esta manera podemos señalar sin miedo qué polos de influencia espacial y política
encontrábamos en una ciudad sumeria. Pero quizás no debemos pasar por alto toda aquella
información que no existe pero sin la cual nunca estará completa nustra visión global de la ciudad.
Todos estos huecos que quedan por llenar, entre los templos, las murallas o los palacios que
actualmente aún podemos visibilizar, responderan a la documentación y erudición de quien trate de
rellenarlos, pero sobre todo a la subjetividad y voluntad de proyección de un pasado para cada cual
ideal.

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La casa

 

La casa históricamente ha sufrido un progreso constante debido a las necesidades que tenían los habitantes y por el aprendizaje de técnicas constructivas que permitieron una mejor adaptación a las condiciones climáticas. Tras varios milenios de evolución se llega a la forma que actualmente sigue estando vigente, la planta ortogonal (VIII milenio en la actual Siria). Esta técnica constructiva no sólo simplifica la construcción de muros sino que además permite de una manera más sencilla, ampliar la casa tanto en el plano horizontal como en la vertical.

Pero estas técnicas no son la inventiva teórica de algún estudioso. El ser humano desde siempre ha sentido la necesidad de buscar un confort, una barrera con el que poder defenderse de las inclemencias climáticas y para ello se ha servido de lo encontraba en el paisaje circundante. Así, los materiales más presentes en la antigua Mesopotamia fueron los que utilizaron para construir su hábitat: la tierra, la caña y en menor cantidad la madera.

El hecho de que utilizaban estos materiales no ofrece duda, de la misma manera que existen evidencias encontradas en los yacimientos sobre el uso de betún, yeso y cal. Tampoco ofrece duda el hecho obvio de que la tierra era la principal protagonista de las construcciones, pero existen todavía cuestiones no consensuadas en la utilización de la caña y de la madera ya que no podemos encontrar evidencias. En el caso de este último, existe cierto consenso a la hora de afirmar que en zonas de marismas y zonas desérticas no existían gran cantidad de arboles y que la importación para construir toda una ciudad tendría un gasto inabarcable para los habitantes.

En cuanto a la tipología, a partir de que se empezara a utilizar de una manera general la planta ortogonal, la casa se ha centrado más en buscar una mejor adaptación a las nuevas necesidades que se fueron creando. En este sentido, la manera intensiva o extensiva de cultivar las tierras, la transición del campo a la ciudad y el tamaño de las familias determinaron de manera directa dicho proceso. Algunos estudiosos quieren demostrar la idea de que el salto a lo urbano supuso el mayor cambio y otros dicen que el cambio fue progresivo. Pero de lo que no existen dudas es que la ciudad cambió por completo la manera de vivir de todos sus habitantes y que con este cambio social, las necesidades cambiaron y en consecuencia se puede deducir que la casa también. La sociedad empezó a dividirse en sectores, la producción ya no era parte del día a día de los ciudadanos y comenzó la especialización de los trabajos.

En este contexto evolutivo, la casa empieza a tener cada vez menos cambios. Todo empieza a estructurarse al rededor de un patio y muchas casas empiezan a crecer verticalmente, supuestamente como única alternativa a la falta de espacio que había dentro de las murallas y en este contexto es donde se genera quizá la casa más conocida, la casa patio de Ur

.9,1

Reconstrucción de la casa patio de Ur (404 arquitectos)

 

‘Edena’

el paisaje sumerio

Resulta difícil delimitar el espacio al que hoy llamamos Mesopotamia. Los mapas históricos en ocasiones incluyen fragmentos de las actuales Turquía, Palestina, Egipto o incluso Irán. Se suele describir este territorio como estrictamente el espacio existente entre los dos ríos principales de la región, el Tigris y el Éufrates, aunque el área que abarcaron las distintas civilizaciones que luego englobaron lo que entenderemos como ‘cultura mesopotámica’ se llegara a extender desde el Mediterráneo a los montes Zagros, y desde los montes Tauro al Golfo Pérsico. Con frecuencia cuando hablamos de Mesopotamia estamos refiriéndonos a la suma de culturas, lenguas y pueblos que habitaron un extenso territorio desde el inicio de la Historia hasta la caída de Persépolis, en el 331 a.C. En palabras de la historiadora iraquí Zainab Bahrani, «Mesopotamia no es tanto un lugar como una época»[1].

Entendemos que estudiando la cultura un pueblo antiguo se comprende mejor el territorio que habitó. En los mitos y leyendas sumerias son frecuentes las referencias al agua, y la relación del hombre con ella. Ésta es responsable de dar vida y de quitarla a su antojo. Edificios y ciudades enteras construidas con adobe secado al sol, erigidas junto a ríos y marismas por las mejores condiciones que les proporcionaban, sucumbieron durante siglos y milenios a los caprichos de las riadas. El cauce y el caudal de los ríos Tigris y Éufrates siempre fueron y son aun a día de hoy imprevisibles. En Sumer el dios responsable de la fertilización de los campos no estaba asociado a ningún río, a diferencia de Hapi, en el antiguo Egipto. Se llamaba Enki. En = señor; ki = tierra. El señor de la tierra era el dios del agua, pues el agua en definitiva es más poderosa que la tierra, y puede dominarla a su antojo. Los ríos mesopotámicos son muy caprichosos, y cambian su trazado con frecuencia tras cada inundación. Esto es debido a que desde Bagdad hasta la desembocadura de los ríos en el golfo se trata siempre de un terreno de aluvión. La tierra entre ambos ríos es prácticamente plana, sus aguas descienden en 500km de recorrido tan sólo 34m.

A merced de estos cambios sobrevivían los primeros pobladores de la zona. Sus leyendas narraban grandes epopeyas de reyes y sacerdotes que desafiaban las fuerzas de la naturaleza, la muerte, el hambre y las riadas. Entre los mitos sumerios más conocidos está el del Diluvio, en el que el humano Utnapishtim era llamado por Ea, la diosa de la sabiduría, a construir un barco de bitumen y madera para él y su familia, con el que sobrevivió a una crecida de las aguas que ahogó al resto de seres vivos. Este mito luego fue adoptado por las diferentes culturas mesopotámicas, entre ellas las semitas, que lo incluyeron en el antiguo testamento.

En el taller comprenderemos dentro de ‘paisaje’ todo aquello que ocurría fuera de las murallas de las ciudades. Una ciudad, se puede definir como una sociedad compleja, que distingue entre los productores de alimento (campesinos), y los que se dedican a otras labores (especialistas), dado que el desarrollo de la agricultura ha alcanzado un nivel que permite que algunos miembros de esta sociedad puedan preocuparse de otros asuntos, como serían la artesanía, el sacerdocio, la administración o la defensa.

Estas primeras ciudades fueron, quizá, los primeros paisajes artificiales de la Historia. En ellas parte de la población viviría del complejo sistema inventado por el hombre en su interior. Tras sus murallas encontraríamos los territorios subordinados, controlados desde una o varias instituciones centrales –como palacios o templos– cuyos terrenos eran privados en su mayoría y se arrendaban a los campesinos a cambio de un precio. La plantación más común era la cebada, ya que permitía ser almacenada durante mayor tiempo que otros cereales, y cuya siembra y recolección podía ser dirigida desde una administración central. Con ella se pagaban los salarios, los impuestos y los tributos. Además servía de alimento y permitía la producción de cerveza.

Mario Liverani (La Sapienza, Roma) sostiene la hipótesis que entre todos los factores que pudieron contribuir a la emergencia de las sociedades urbanas, el factor más relevante fue el desarrollo de las técnicas agrícolas. Destaca tres en particular: el ‘campo largo’, el ‘riego por surco’ y el ‘arado de tracción animal’. Estos tres inventos o descubrimientos propiciarían, a diferencia de técnicas anteriores, de pequeña escala, de organización familiar, la generación de una administración central que coordinase el reparto de tierras, su siembra, la construcción de canales, y asegurase la irrigación de todos los campos por igual. La nueva sociedad estatal, coordinada por una o más instituciones centrales, permitiría además alejarse del núcleo familiar como núcleo de producción. [2]

Otros estudios centran la atención en el entorno natural en el que se desarrollaron las sociedades urbanas. Estos estudios comprenden que el «nacimiento» de las ciudades, en tanto que sistemas complejos, tuvo que  ser un fenómeno emergente, y por tanto se debería más a la interacción entre diferentes factores que al desarrollo de uno en particular por encima de los demás. Estos otros factores clave incluirían el desarrollo de la escritura, el comercio, el transporte fluvial y el desarrollo de la rueda. De ser así, deberíamos tender a abandonar el concepto de estado ‘prístino’, entendido como «formación social que se desarrolla enteramente como resultado de factores endógenos», asumiendo que los sistemas sociales complejos no pueden existir ni evolucionar de forma aislada. La mayor facilidad de transporte (de naturaleza fluvial), apoyada en la hipótesis de que el entorno de las primeras ciudades sumerias hubiera estado inundado, hubiera hecho de catalizador entre el resto de factores.  [3]

Actualmente el debate sobre la reconstrucción del paisaje mesopotámico en el periodo de generación de las primeras sociedades urbanas se centra en determinar en qué medida las marismas hubieron dominado el entorno de los núcleos urbanos, así como tratar de establecer el antiguo curso de los ríos, la antigua línea de costa y la concentración de extensiones de agua dulce. La búsqueda de canales navegables, que conectarían un gran número de asentamientos, es clave para comprender las relaciones que hubieron establecido las diferentes ciudades entre sí. Esto resulta especialmente difícil dada la inestable situación política y social del sur de Irak, y algunos expertos prefieren mantenerse escépticos hasta que no se puedan comprobar sus teorías con evidencia arqueológica. Aún así, la posibilidad de acceder a imágenes por satélite permite abrir nuevas vías de investigación hasta que finalmente se retomen las excavaciones.

1. Poseer Mesopotamia, BAHRANI, Zainab, Columbia University, Nueva York, artículo presente en  Antes del Diluvio. Mesopotamia 3500-2100 a.C. (catálogo de la exposición), Barcelona, Ediciones Polígrafa, 2012, p104-107.

2. LIVERANI, Mario: Uruk. La primera ciudad, Barcelona, Bellaterra arqueología, 2006.

3. ALGAZE, Guillermo: La antigua Mesopotamia en los albores de la civilización. La evolución de un paisaje urbano, Barcelona, Bellaterra arqueología, 2008.

Ciudad y poder

El fenómeno de la ciudad en Mesopotamia llama la atención de estudiosos de la forma urbana, al ser en este espacio y en tiempo donde aparecen por primera vez este tipo de asentamientos. Al analizarlos nos preguntamos sobre todo por dos aspectos que la historia del urbanismo ha demostrado estan estrechamente relacionados: cómo era la ciudad, es decir su forma, y cómo se organizaba la vida, es decir, su función.

Con función se pretende analizar cómo eran las relaciones entre los y las ciudadanas, qué trabajos desempeñaban, cómo se alimentaban, si estaban jerarquizadas, y por tanto, quién y cómo ejercía cierto poder. En resumen, de lo que se trata es de hacer un cuadro de la sociedad mesopotámica en el marco de las primeras ciudades. Si tenemos en cuenta dos de los medios más fiables para transmitir esta informació hasta nuestros días, como son la escritura y los restos arquitectónicos, no podemos más que aceptar que las voces que van a narrar estas historias van a ser las del poder, y nos guste o no, el resto de especulaciones sobre otros aspectos sociales sólo se van a quedar en hipotesis abiertas.

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La relación entre arquitectura o urbanismo y poder es larga, y se ha mantenido al largo de la historia de las ciudades. Además adquiere en este período histórico una relevancia considerable. Hay que tener en cuenta que en un contexto donde el principal material de construcción es la tierra, la erosión del viento y agua hacen que su duración y mantenimiento sean complicados. Los desarrollos técnicos para conseguir que perduren sólo se aplican en edificaciones tan importantes como los monumentos o otras construcciones al servicio de la comunidad o el poder. Este hecho han permitido separar claramente los edificios correspondientes a fuerzas que tenían mucho peso en la ciudad, y aquellas construcciones pertenecientes o destinadas a sectores poco influyentes.

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Entre el primer tipo de edificios, aquellos que han perdurado y cuya existencia es repetida en la mayoría de ciudades excavadas encontramos templos, palacios, murallas, o cementerios. De hecho son estos elementos los que acaban siendo más definitorios de lo que es una ciudad en Mesopotamia. El estado actual de las excavaciones muestra sus trazados bastante definidos, y nos podemos hacer una idea de su forma y magnitud tan sólo a través de los restos.

En el lado opuesto a estos edificios claramente encontrados y mejor conservados, existen otros que no se muestran tan comunmente definidos ante nuestros ojos, o quizás no se han buscado tan intencionadamente. Para hacernos una imagen de éstos tenemos que recurrir a nuestra imaginación o a las reconstrucciones que se han hecho en los últimos 150 años. Los elementos urbanos menos definidos o sólo supuestos, son por ejemplo los puertos, los mercados, las plazas y los barrios de viviendas.

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La interpretación sociológica a partir de estos restos se encuentra con un problema al no poder considerar las actividades no oficiales, es decir, aquellas que no fueron monumentalizadas ni relatadas en tablillas. Existe cierto consenso entre los y las estudiosas del tema en que las fuerzas representadas por el templo o el palacio ejercían realmente un poder sobre el resto de la población. La concepción de la ciudad como unidad social también se refleja en el cerramiento a través de la muralla y la diferenciación respecto al campo. Pero estas reconstrucciones de la sociedad mesopotámica se diversifican cuando tratan de interpretar aquellas partes de las cuales no hay documentación. Cómo eran los barrios residenciales, qué profesiones se desarrollaban allí y si exisitía una economía al margen de la narrada por los templos y los palacios, son todas dudas difíciles de resolver. Es cuestión de imaginación, o quizás más de la creatividad y subjetividad que nos posee a la hora de imaginar el pasado. Si tenemos en cuenta que tratamos de justificar el presente con el pasado, tratamos de ver en el pasado la proyección de nuestros días. Así, las diferentes corrientes intepretativas se diferencian en el tipo de documentación a tener en cuenta, pero sobre todo, en el tipo de sociedad y ciudad que imaginamos en pasado. Esto pasa especialmente en Súmer, ya que por tratarse de las primeras sociedades urbanas, tendemos a pensar que fueron las originales, las ideales.

Templo: Forma y Función

En nuestro intento de interpretación y compresión de la historia, el templo, como la imagen de la evolución y la transición de la sociedad,  juega un papel importante, tanto por la cantidad de documentación existente respecto otros espacios urbanos como por el lugar que ha ocupado en el desarrollo de los núcleos de las ciudades. Es a través del templo que podemos estudiar la transición de la sociedad humana y sus aspectos sociológicos, administrativos y culturales: desde su comienzo como un tribu a un estado complejo con las infraestructuras correspondientes. En nuestro intento de estudiar el papel que ha jugado el templo en el desarrollo de la humanidad nos vemos afectados por la ausencia de documentos e información, dificultando nuestra tarea. Es aquí donde la imaginación y ideología llenan el lugar vacío de documentos.

Templo Timeline1

Los textos antiguos son un testimonio de esta evolución y reorganización de la economía, sociedad y el estado en el antiguo Sumer a largo de periodos de Ubaid y Uruk Antiguo. Durante este tiempo se formaron y se fundaron los primeros núcleos urbanos, ciudades, estados, así como el primer templo de Eridú. Comparando la evolución de la forma del templo de Eridú entre el 5000 y 3500 a. C. con la transformación social del antiguo Sumer, se evidencia la evolución de uso del templo como una organización civil y núcleo urbano. Es al comienzo de este periodo que se construye el primer templo de la primera ciudad de Eridu, a medias cuando aparecen los primeros núcleos urbanos y tardíos cuando aparecen las primeras tabillas escritas en Uruk.

Las tabillas pictográficas, los antepasados del sistema de escritura cuneiforme, nos revelan imágenes de primera mano y la mayor realidad acerca de vida, religión de los sumerios y la función del templo. Estos textos junto con los restos arqueológicos encontrados y nuestra imaginación son nuestras principales herramientas para recrear el espacio de un templo. Nuestra principal fuente de información acerca de las formas de los templos sumerios es la evidencia arqueológica desenterrada. En Eridú se han encontrado dieciocho capas de construcción entre el periodo de 5300 a 3200 a. C. El primero de ellos consistía en una única y pequeña habitación, con un altar y un lugar de sacrificios. Además de los restos antiguos, el entorno y la casa también nos dan pistas sobre los materiales disponibles y sistemas constructivos que nos permiten reconstruir dichos espacios. Nuestra referencia principal acerca de la función de los templos son los textos encontrados y traducidos que nos ofrecen información valiosos sobre diversos rituales, ceremonias y visitas oficiales en homenaje a los dioses que tuvieron lugar en los templos de Mesopotamia. Pero estos textos y otros hechos históricos también nos explican otra visión del templo como los centros económicos y administrativos en sus respectivas comunidades.

Estas dos visiones tan diferentes y quizá contrastantes del templo sumerio como lugar tanto de culto como administrativo y de poder dejan mucho lugar a nuestra interpretación e imaginación del espacio y la vida de los sumerios. La comparación y contraste de diferentes factores como forma, los textos antiguos, restos arqueológicos, etc. nos facilita imaginar la transición de la función y la forma que se refleja en la arquitectura de los templos mesopotámicos cambiando gradualmente de durante los períodos históricos y prehistóricos temprano y entender la evolución humana por comprensión de la evolución del el templo.